Soy una interiorista treinteañera, urbanita, bloguera, viajera, apasionada de la moda, del buen vivir y de la familia y los buenos amigos. Me encanta salir a dar una vuelta y observar a la gente sin que se den cuenta. Observando se puede aprender mucho, creo que como más, sobre todo en artes y oficios como el mío, no hay mejor galería que la propia calle. Y a pesar de que todo lo que me rodea y me apasiona se concentra en una ciudad, hay más de una vez al mes en la que me suelo plantear como sería mi vida alejada de ella. Elegiría un sitio donde nadie me conociera, donde no hubiera raíces pasadas y pondría las mías propias, primeramente con los cimientos de una casa, mi casa, que lejos de ser un llamamiento a la curiosidad y el fisgoneo pasara desapercibida mimetizandose con el propio entorno. Con terreno y espacio suficiente para que correteen los cinco vástagos soñados, con vistas inspiradoras, agradables, esas que te hacen ver pasar el tiempo de forma más tranquila.
Y ejemplo de ese sueño está aquí, en esta vivienda de muros de piedra y grandes ventanales, suelos de madera, techos altos y hormigón visto.
El problema viene cuando encuentras el sitio perfecto peeeeeeeeeeeeero hay unas normas urbanísticas y no te dejan poner un maravilloso techo acristalado desde el que ver las estrellas mientras estás tumbada en la cama, o te dicen que sólo puedes construir con unos materiales determinados, o se meten hasta en el color en el que pones el material de las ventanas... Aissssss ¿quién dice que soñar no cuesta? jajajaja
ResponderEliminar